sábado, abril 28, 2012

RETO CONSEGUIDO

Han tenido que pasar 6 años, pero al final di con la dieta definitiva. Pronokl ha sido mi salvación. he perdido 40 kg y hoy con mis 75 kg y mi 1'72 de altura me siento guapa y feliz. Me visto en zara en Mango, voy monisima por poco dinero, e incluso mis amigos dicen que parezco mas altal y mas joven. lo de alta es porque ahora SI PUEDO PONERME TACONES!!!!! y mas joven, no se, judgad vosotros mismos
Animo que todas podemos!!!!

Ahora lo dificil es mantenerse, pero sabéis, una vez he alcanzado mi peso ideal, no me apetece volver a lo de antes

jueves, septiembre 14, 2006

Mi gorda, por Eloy Serrano Barroso

Qué pronto se ha hecho tarde, mi gorda. Pero te debo esta carta; decirte las cosas que no te dije, o decírmelas a mí. Así es como te llamaban cuando tú no les oías: LA GORDA, inflando la 'o' y la 'a'. Nunca me gustaron las gordas. Ya de niño me daban repelús. Qué extraña palabra: arañas recorriendo la piel. Pero tampoco era eso; como madres prematuras las gordas, tan blanditas, tan de apretujar, de amasar. Me gustaba la carne blanda en el codo de mi madre, pero era mi madre. Las madres sí, las madres mejor gordas.El Antoñito nos presentó. ¿Pili? Pili no es nombre de gorda, pensé, las íes son flacas. Y el Antoñito, con ojos de sapo, partiéndose de risa para sus adentros, porque sabía que a mí las gordas no me gustaban, qué cabrón. Para ti la gorda para mí la modelo, me decía con los ojos. Y yo esforzándome para que no se me notara en la cara y no ofenderte, porque una cosa es que no me gusten las gordas y otra ser un cabrón como el Antoñito, siempre riéndose de todo el mundo, como si él fuera un Adonis y no el adefesio que es, con sus ojos saltones y la saliva como huevos de insecto en la comisura de los labios. No, no me gustan las gordas, y tú eres gorda. Aquel primer día salías de la piscina con el pelo húmedo, todavía las gotas cayéndote por la cara redonda, de ensaimada crujiente. No se ha quitado el flotador, recuerdo que pensé al verte, que pensó el niño idiota que hay en mí. Y para colmo, a tu lado una especie de Barbie Morritos, con el cuerpo de plástico y los labios a juego con los pechos, inflados de lujuria los unos, henchidos de soberbia los otros. La bella y la bestia, recuerdo que pensé, que pensó mi niño cruel e infame. Y nos sentamos los cuatro en la terraza de un bar, y la tarde fue cayendo, y la bella cada vez más aerodinámica, pero menos bella. En cada gesto, en cada palabra se le desprendía la belleza como polvo de estrellas, que iba pasando a ti, iluminando tu cara. Y te reconocí también bella, pero de una belleza inflada, sin facciones. Y entonces me dieron ganas de golpear allí mismo al hijoputa del Antoñito, siempre mirando a las mujeres como a ganado, como a cosas de usar y tirar. Pero era a mí a quien quería golpear, a mí, que a lo peor no era muy distinto de él. Sí, que no se me notara era lo que yo quería. Sólo mirarte a los ojos, a tus manos de mazapán, para no distraerme en tu cuerpo. Y ocurrió que al terminar la tarde ya me había perdido en la profundidad de tus ojos negros, en la melodía de tu risa flaca, aunque no dejaba de decirme no puede ser, no puede ser, que es gorda, que es gorda, para no enamorarme. Y lo confieso, miraba las rodillas perfectas de la Barbie, sus pechos de almidón, para ver si el instinto me rescataba del amor que ya me iba golpeando. Pero al llegar la noche, se fueron juntos la Barbie y el Antoñito. Él con gesto burlón, guiñándome un ojo, otra vez como si me dijera 'para ti la gorda, para mí la modelo'. Y allí nos quedamos los dos, rodeados de gente, pero cada vez más solos, más tú y yo, hasta que se acercó el camarero y nos dijo 'vamos a cerrar', porque ya era de madrugada. Y al mirar a nuestro alrededor, descubrimos de golpe las mesas vacías, como si un viento mágico se los hubiera llevado a todos y las horas fueran minutos. Y tú dijiste 'Ay'. Y yo respondí 'Uff', y te acaricié la mano. A la mañana siguiente te llamé muy temprano, antes de que fueras al trabajo. "Esta noche has entrado en mi sueño", te dije. Y tú, con esa guasa tan tuya, me preguntaste "¿y he cabido?" Y no sólo no habías cabido, sino que empezabas a llenarlo todo, y el mundo entero parecía que estaba aún por estrenar, para que tú le dieras el significado que antes no tenía. Y esa mañana, mi cocina tuvo un lustre imposible y las magdalenas, ya caducadas, se esponjaron nostálgicas en el café humeante, y en la puerta del ascensor sonreí al estúpido con chándal que tengo por vecino. Habíamos quedado para la tarde en tu casa. Como te gusta mucho Humphrey Bogart, en el achicharrante mes de agosto me presenté con gabardina, sombrero y un cigarro en la boca. "¿Ha refrescado?", preguntaste al abrirme la puerta, y no había ironía en tus palabras. Luego, a la media hora descubrías el disfraz y empezabas a reír. Y al Humphrey Bogart de pacotilla le tembló el cigarro en la boca. Eras así, joder, con esos despistes que me desarmaban. Las paredes las tenías pintadas de verde, de un verde elegante. "Es el color de la esperanza", me dijiste, un pelín cursi. Y luego me fuiste enseñando la casa, y te fui conociendo a través de los objetos, porque cada uno de ellos contaba algo de ti. Esa manía tuya por los símbolos, por los significados. "Nada en este mundo es casual, todo tiene un porqué", me aseguraste cuando quise calzar la mesa coja que tenías en el salón. "Ni se te ocurra; es mi mesa cojita, le quitarías su personalidad". Y no me dio tiempo a replicar, porque ya me estabas desnudando, quizá para descubrir lo que yo significaba. Pero yo tenía miedo de desnudarte a ti, de que tu cuerpo gordo anulara mi deseo, y me dieron ganas de inventar una excusa y salir corriendo. Pero todo era tan natural contigo, que ya estaba besando tus pies gordos, tus rodillas gordas, tu vientre gordo, ¡tus pestañas gordas!, sí, tus pestañas gordas, te dije, y nos reímos. Ah, mi gorda. Luego vinieron otras tardes, siempre escondidos en tu casa o en la mía, porque a mí me avergonzaba que nos vieran juntos. Tú lo adivinabas, pero no decías nada, quizá confiabas en que tu amor gordo, enorme, acabara por vencerme. "¿Me quieres un poquito?", preguntabas. "Sí, mujer, cómo no te voy a querer", te respondía, como si me costaran las palabras. Sólo en el dormitorio, sin el mundo, sin los ojos ajenos, se detenía el tiempo y yo me perdía en tu cuerpo, olvidándome de mí, del cobarde que soy. En una de mis visitas a tu casa, dejé un cepillo de dientes en el cuarto de baño, y tú, con esa manía por las señales, pensaste que era como poner una bandera en una tierra conquistada, y me abrazaste loca de contenta, pero yo, con los brazos caídos y como un gilipollas, me puse a hacer gárgaras frente al espejo, doblemente gilipollas. Porque no quería ser tu novio de cuerpo entero, sólo caminar de perfil a tu lado en las inevitables salidas, como si no fuera contigo, como si en cualquier momento fuéramos a perder el paso y a desencontrarnos. Hubiera dado la vida por ti, pero no quería pasear contigo de la mano. La gorda y el flaco. Así de imbécil era yo. Y llegó el día fatal, de cristales rotos sobre el calendario. Llovía. Ahora llueve siempre que te recuerdo, siempre lloviendo en el recuerdo, que es lo único que me queda, todo yo cubierto de nubes grises, la lluvia golpeando las entrañas y tu mirándome como un sol cuajado de sonrisas, en el recuerdo, con tu gorda generosidad, tu gorda simpatía, tu amor gordo. Yo escondido en los soportales de la plaza, el olor a orín de los pilares. Un meón, el cobarde novio de la gorda. Vienes levantando la cabeza, buscándome, y no ves el coche que se salta el semáforo. Se te viene encima y no lo ves. "Te veo a ti aunque no estés", me decías siempre con tu voz cálida como de pan reciente. No lo ves y el coche te lanza por los aires. Chirrían los frenos, gritos, carreras. Salgo de mi escondrijo. Aspavientos de la gente. Todos con ojos de sapo como el Antoñito. El espectáculo de la muerte. Abran paso, abran paso, suplico, con las piernas temblando, que es mi novia que es mi novia, grito, ¡a buena horas!, que es mi novia. Pero las palabras llegan tarde, descoloridas, lívidas. Estás en el suelo y ya no respiras; se te congeló la sonrisa. Y allí, a tu lado, entre la gente apelmazada, todas las niñas gordas de mi infancia me señalan con el dedo, acusándome. Y ya tarde, demasiado tarde, beso la flor roja que brota de tus labios, los labios de mi gorda, de mi amor, pensé, piensa el hombre triste en que me he convertido.

Nota: Finalista del III Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor

Espero que os haya gustado por lo menos tanto como a mi.

MIS 12 MOTIVOS PARA ADELGAZAR:

  1. Porque estoy harta de esconderme en la parte de atrás cuando hay fotos de grupo para ver si así se me ve menos y comprobar con horror que no sirve de nada y que soy con diferencia la más gorda de mis amigas.
  2. Porque tengo una voz preciosa y he sido descalificada de un proyecto musical por mi gordura. Nunca más.
  3. Porque tengo un marido maravilloso que me quiere con locura.
  4. porque quiero salir de fiesta y bailar hasta reventar sin tener que ir al fisio al día siguiente porque debido a mi peso se me ha producido una “distensión en los isquieotibiales”.
  5. Porque quiero que si alguien me mira en una discoteca no sea para apartarse por miedo a que le pise.
  6. Porque ya estoy harta de oír eso de “que pena, con lo mona que es…y que gorda está”
  7. Porque a pesar de tener dos carreras y una profesión bien pagada y estable, la gente no vea más allá de mi cuerpo.
  8. Porque parezco 10 años mayor que mis amigas.
  9. porque tengo un hijo precioso de 7 meses que no quiero que escuche jamás“tu madre es una gorda”.
  10. Porque quiero ir de tiendas a zara o mango sin que las dependientas de me miren de arriba abajo cuando entro a curiosear. Y quiero vestirme con lo que me de la gana no con lo que me venga bien.
  11. Porque quiero dejar sin habla a todos los que en mi vida me han humillado o criticado por mi exceso de peso..
  12. Porque pese a que mido 1.72, y haber llegado a pesar 123 Kg. con el embarazo de mi pequeñín, he sido capaz de bajar 11 Kg. con la lactancia, y nadie me va a parar. De momento mi meta es bajar de los 100, luego veremos que pasa.

Buenos dias Gordonautas

Y no sé si hago bien al emplear esta palabra. Sí ya sé que es una transformación fácil del "feonautas" de "yo soy bea", pero de todos modos, no debéis preocuparos... aunque hagan culebrones sobre feas que se hacen guapas de repente, no los harán de gordas reales que se vuelven estupendas. Sí si tenéis razón...estaba aquel de "Mi gorda bella" pero la actriz ni era gorda ni nada. tan solo estaba embutida de relleno de edredon y eso cantaba demasiado. no gustó y no me extraña.

En fin a lo que ibamos. El mundo odia a los gordos, y en especial a las gordas. Parece que sea pecado el ser superior a los estandards establecidos, al menos en cuanto a peso. y si es así yo he sido una pecadora toda mi vida. Si gordonautas, yo ya nací gorda. como una bolita, y durante mi niñez y adolescencia seguí creciendo en ambas direcciones controlada de cerca por férreos regímenes. Y es que con 8 años tuve que hacer mi primera dieta. ¿No es eso triste? Pues sí si que lo es. Pero peor es darte cuenta con 15 años que no piedes llevar la misma ropa que tus amigas porque no te cabe.

De todos modos. La vida me ha tratado bien. Tengo una carrera un buen trabajo un marido maravilloso y un bebé de 7 meses que es la mayor de mis alegrias. Ý es por el, y por el dolor constante de rodillas y espalda que tengo desde que nació mi perleta, que he tomado la decisión más importante de mivida. Voy a adelgazar de verdad.

El lunes salí de paseo con mi pequeñín como cada mañana. Vivo muy cerca de un colegio y pasé por allí a la hora del recreo. No pude evitar escuchar a unos niños burlandose de otro porque su madre era una gorda. Y allí el pobre crio que no tendría más de 6 años con cara de circunstancias y de no entender por qué la persona que mas quéría en el mundo era objeto de burla entre sus compañeros. Ni que decir tiene que me quedé hecha polvo. Decidí que no quería que eso mismo le pasara a mi hijo. queria que estuviese orgulloso de su madre,. y es lo que voy a hacer.
Hasta pronto gordonautas